Estos días el culebrón del llamado procés ha vuelto a ser noticia a causa de una investigación de la Guardia Civil, que baraja la posibilidad de que en 2017 Rusia se había ofrecido a enviar 10.000 soldados a Cataluña para así propiciar la proclamación de independencia ¿Sería posible una intervención militar de ese estilo?
En medio de la segunda ola pandémica de COVID-19, que está azotando a Europa y muy especialmente a España, dibujando un panorama muy pero que muy inquietante y desolador para las próximas semanas con la llegada del frío invernal (la famosa frase de winter is coming, de “Juego de Tronos”, adquiere un nuevo y aterrador significado), una noticia peculiar e impactante ha saltado a los medios estos últimos días. Se trata, otra vez más, del enésimo episodio de lo que se vino a llamar en su día el procés, o de como Puigdemont y compañía trataron infructuosamente de separar Cataluña de España, desatando con ello una crisis institucional y social que amenazó la naturaleza misma de la unidad patria, el orden constitucional y todo ese rollo. Dicho episodio tuvo lugar el pasado 28 de octubre y, al menos por un rato, robó cierto protagonismo en los medios al omnipresente coronavirus que ha pasado a dominar nuestras vidas. Hablamos de la treintena de detenciones efectuadas por la Guardia Civil ese día por orden de Joaquín Aguirre, juez del Juzgado de instrucción número 1 de Barcelona, en una causa abierta en 2016 en la que se investigan presuntos delitos de subvenciones ilegales y corrupción urbanística. Entre los detenidos figuran empresarios muy relacionados con el independentismo, como Xavier Vendrell, que se suman a otros investigados, como el exresponsable de relaciones internacionales de Convergencia Democrática de Cataluña (CDC), Víctor Terradellas. Este último es uno de los personajes más particulares de todo el universo “procesista”, una especie de free rider, como se lo ha llegado a definir, que iba por libre tratando de sumar apoyos por medio mundo a la causa independentista.
Y es por una conversación entre Vendrell y Terradellas, grabada telefónicamente por este último, por lo que ha venido todo el lío de la “trama rusa”. Ya que a partir de ella el auto de la Guardia Civil y el propio juez Aguirre infieren que Rusia estaba dispuesta a ofrecerse a pagar toda la deuda catalana y a enviar a 10.000 soldados al Principado si Puigdemont declaraba unilateralmente la independencia allá por octubre de 2017; todo ello en el marco de una campaña de desestabilización contra la Unión Europea orquestada desde el Kremlin ¡Toma bombazo! Botas rusas pisando de nuevo suelo hispánico, como en aquellos aciagos días en los que la Hidra Roja campaba a sus anchas por las Españas. Comunistas, separatistas, rusos… sólo falta añadir un último ingrediente, el del contubernio judeo-masónico, y ya tenemos un perfecto cóctel “guerracivilista”. En días pasados algunos medios así lo han dado a entender, apuntando al mismísimo Putin como responsable último de esta intervención militar en apoyo del independentismo ¿Pero qué sabemos a ciencia cierta de todo este asunto? Tal y como la semana pasada apuntaban desde Maldita.es, la única “prueba” (si es que se la puede llamar así) es la citada conversación grabada por Terradellas, en la que él mismo asegura: “llevaba cinco meses de delegado con un grupo de Rusia creado en la época de Gorbachov para el desarrollo de esa plataforma de criptomonedas”. Después de eso afirma: “el jefe del grupo ruso había ofrecido a Carles Puigdemont contar con 10.000 soldados y pagar toda la deuda catalana, pero el expresident es va cagar a les calces (se cagó encima de miedo). El grupo ruso quería hacer de Cataluña un país como Suiza“.
Y en esencia eso es todo. Aparte de la dichosa grabación no hay evidencia alguna más (o no al menos que se pueda sostener con hechos probados) de la intención rusa de intervenir económica y militarmente en Cataluña. A pesar de ello el informe de la Guardia Civil considera que no hay motivos para dudar de la veracidad de las declaraciones de Terradellas, dado que el proyecto para la creación de una plataforma de criptomonedas (diseñada en teoría para financiar la “desconexión” con España y alcanzar la soberanía económica de Cataluña) si que trató de llevarse a cabo y el citado personaje viajó a Rusia en repetidas ocasiones para actuar como mediador. Todo y que el argumento de los investigadores de la benemérita, y del propio auto del juez Aguirre, resulta creíble, hay sin embargo demasiados interrogantes y todo resulta excesivamente vago ¿Quiénes componían exactamente ese “grupo ruso” con el que mantenía contactos Terradellas? ¿Eran funcionarios al servicio del Kremlin, un grupo de oligarcas bien relacionados con el poder, ex miembros del KGB o qué? Como todo lo demás lo de “el grupo creado en la época de Gorbachov” no aclara nada de nada; no hay nombres ni se especifican cargos o responsabilidades. El auto de la investigación también asegura que el “grupo ruso” quería participar en temas de comunicación en colaboración con otros investigados (Xavier Vendrell, David Madí y Jaume Roures), colocando para ello a un personaje “de primer nivel” e invertir entre 100 y 300 millones de dólares o euros (¿en serio no sabían qué moneda querían utilizar?) ¿Quién sería ese personaje de primer nivel, algún miembro del gobierno ruso tal vez? Por entrar, en esta historia también entrarían Julian Assange y Edward Snowden, que siempre según el auto del juez se habrían mostrado proclives a participar en “una campaña de desestabilización” en Cataluña. Sin embargo y como lo de los soldados rusos, estaríamos en las mismas, no sabemos nada a ciencia cierta y todo entra más bien en el terreno de la rumorología.
Porque una cosa sí que está clara, el pretendido bombazo informativo proviene de una única fuente, el tal Terradellas y la ya mencionada grabación ¿Y si el susodicho estuviera exagerando un poco, o incluso mucho, su supuesto papel en la campaña internacional a favor de la independencia de Cataluña? ¿Y si todo queda reducido a las ganas de fanfarronear del citado personaje, sobredimensionando su protagonismo y contactos? ¿Y si en realidad ningún “grupo ruso” llegó a ofrecer nada en concreto, ni a él ni a Puigdemont, y sólo hubo insinuaciones o, todo lo más, se trató el tema en un plano puramente teórico? Es decir, hablar por hablar pero sin llegar plantear nada seriamente. Preguntado sobre este hecho, el entorno del expresident Puigdemont no confirma ni desmiente que tal ofrecimiento existiera, lo que daría pie a sospechar (si bien no prueba absolutamente nada). Por su parte la Embajada de Rusia en España se limitó a realizar un comentario chistoso en su cuenta de Twitter, que desató el cachondeo en redes sociales. Pero yéndonos a declaraciones mucho más serias Maria Zakharova, portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores ruso, respondió así a una pregunta realizada por un periodista de TV3:
(…) Hablamos de acusaciones desmesuradas por su absurdo contra “un determinado grupo de ciudadanos rusos” que supuestamente estaban dispuestos en 2017 a prestar ayuda económica e incluso militar a Cataluña (…).
Tales declaraciones se basan únicamente en testimonios de representantes de las fuerzas separatistas (…). Tenemos entendido que estas personas están dispuestas a hacer cualquier cosa, incluso las más inverosímiles y aventureras declaraciones con una exclusiva finalidad: a cualquier precio internacionalizar el proceso y atraer la más exagerada atención de la opinión pública mundial a su disputa con el Estado Español.
Y para finalizar su declaración concluye:
(…) Otra cosa que nos sorprende y causa desconcierto es la disposición de algunos medios españoles a creer en tales falsificaciones y con total seriedad aceptar y difundir acusaciones contra Rusia que son notoriamente falsas y carentes de pruebas, lo que es propio de la “prensa más amarilla” y menospreciando los hechos objetivos. Tales acciones no conducen a nada, excepto a dañar las relaciones ruso-españolas.
De lo dicho por Zakharova se desprenden dos cosas. La primera que considera a Terradellas y compañía los únicos responsables de todo el embrollo, en su afán por atraer la atención internacional sobre el procés a cualquier precio. Para ello se basa en el único hecho objetivo, todo lo que sabemos sobre el asunto procede en exclusiva de la tan traída y llevada grabación; como si eso pudiera ser considerado prueba suficiente que demuestre algo. La segunda la predisposición de los medios españoles de considerar como hechos probados las aventuradas conclusiones de la Guardia Civil y el juez Aguirre basadas en una simple conversación. De ahí se pasa directamente a afirmar que “Putin quería enviar 10.000 solados y provocar un conflicto armado para separar Cataluña de España”. Un auténtico triple tirabuzón argumental ¿Jueces, guardias civiles y medios de comunicación sacando las cosas de contexto y retorciendo la realidad con intención de demonizar el independentismo catalán? Esas cosas nunca pasan en España, ¿verdad? Uno de los autores del informe de la benemérita es el teniente coronel Daniel Baena, otro personaje que, al igual que Terradellas, merece ser valorado por su forma de actuar. Hace un tiempo se supo que el citado mando de la Guardia Civil tenía su alter ego en Twitter, Tácito, que empleó desde 2012 para realizar toda clase de comentarios exaltados, y sobre todo escorados hacia la extrema derecha, muy especialmente para atacar y desacreditar a los encausados por el procés. De hecho, en la sentencia absolutoria del ex jefe de los mossos, Josep Lluís Trapero, la propia Audiencia Nacional valoró la forma de investigar de Baena como “alejada de los parámetros del razonamiento probatorio indiciario, en la medida que lejos de inferir a partir de hechos o circunstancias que funcionen como premisas, se parte de la conclusión a la que se quiere llegar”, tal y como informa en un artículo elDiario.es. Dicho en román paladino, el teniente coronel retuerce las pruebas de las que dispone, por endebles que sean, para ajustar sus conclusiones a lo que le interesa. Partiendo de esa base, ¿tenemos argumentos sólidos para creernos lo de la invasión rusa? Que cada uno extraiga sus conclusiones.
Pero supongamos por un momento que los rusos mienten y Baena y Aguirre tienen razón, de manera tal que la citada intervención sí que era un plan que podría haber sido llevado a cabo si Puigdemont no se hubiera cagat a les calces. Hagamos un ejercicio e imaginemos cómo podría realizarse, si es que es posible. Tal y como se puede ver en el mapa que encabeza el artículo las fronteras occidentales de Rusia se encuentran a unos 5.500 kilómetros de Cataluña, separados ambos territorios mayormente por países que pertenecen tanto a la Unión Europea (UE) como a la OTAN, entidades de las que España también es estado miembro ¿Cómo desplazar 10.000 efectivos armados de un punto a otro? Naturalmente no por tierra, pues tratar de cruzar por Polonia, Alemania y Francia es una idea por completo descabellada y absolutamente irrealizable. Tampoco parece posible que miles de paracaidistas rusos desciendan sobre Cataluña para así iniciar la intervención, pues nuevamente estamos hablando de una fuerza aerotransportada tratando de atravesar demasiado espacio aéreo hostil, a saber, el de toda la UE. Así que la única vía posible es a través del Mediterráneo, enviando tropas embarcadas desde las bases rusas en el Mar Negro, a través del estrecho turco del Bósforo, en dirección a Cataluña (porque enviarlas desde el Báltico es muchísimo menos factible). Así fue como, en tiempos de la Guerra Civil, los soviéticos enviaron suministros a la República. Pero claro, aquí estamos hablando de una agresión en toda regla a una nación soberana integrada en alianzas políticas y militares a nivel internacional (y no precisamente unas alianzas cualquiera), algo que nada tiene que ver con el contexto de 1936-1939. De por sí la operación sería una auténtica pesadilla logística, ya que Rusia no dispone de bases navales o aéreas próximas a territorio español y sus fuerzas se encontrarían muy alejadas de su ámbito de actuación habitual. La única base naval rusa en el Mediterráneo es la del puerto de Tartús, en Siria, ubicada en el extremo opuesto de este inmenso mar interior, por lo que no sería de especial utilidad. A todo esto hay que pensar que los soldados sobre el terreno tendrían que ser apoyados desde el aire y el mar, una necesidad ineludible en la guerra moderna, con lo que el problema de la distancia vuelve a ser un quebradero de cabeza. Recordemos, por ejemplo, que la Armada rusa sólo dispone de un único portaviones, el Almirante Kuznetsov ¿Arriesgarlo en una operación así?
Imaginemos por un momento la situación. Buques de guerra y submarinos rusos frente a las costas catalanas, un desembarco de infantería de marina, apoyado seguramente por helicópteros, aviones de combate e incluso misiles crucero. Evidentemente el ejército español es mucho menos poderoso que el ruso, pero sólo habría de enfrentarse a una fuerza expedicionaria muy alejada de sus bases. Y además con toda seguridad no estaría solo ¿Nos olvidamos de que España está en la OTAN y que Estados Unidos dispone de dos bases aéreas en nuestro país, las de Rota y Morón? ¿Nos olvidamos también que una agresión sin justificación alguna a un estado miembro es un casus belli que justificaría la entrada en el conflicto de todos los demás? ¿Se quedarían Washington y la UE cruzados de brazos y sin hacer nada, dejando a los rusos haciendo lo que les dé la gana? ¿Qué posibilidades hay de que una intervención rusa en Cataluña no termine en desastre para Moscú? La crisis internacional que se desataría con una aventura militar tan increíblemente arriesgada haría que la de los misiles en Cuba en 1962 fuese un chiste. Geoestratégicamente hablando la Península Ibérica tiene un enorme valor dada su situación y Estados Unidos no permitiría un acto de agresión y desestabilización tan flagrante como este, casi sería como si los rusos se mearan en la cara de los yanquis delante del mundo entero y estos no hicieran nada. Lo mismo en el caso de los principales países europeos, como Alemania, Francia, Italia o el Reino Unido; sería inverosímil pensar que no harían absolutamente nada para apoyar a España. En resumen, con toda probabilidad nos encontraríamos a un paso de la Tercera Guerra Mundial y todo únicamente para apoyar a Puigdemont y los independentistas catalanes. En base a todo ello pienso que Rusia jamás se ha planteado ni por asomo nada parecido a lo que aseguró el tal Terradellas. Es más, los que tienen motivos más que fundados para sentirse asediados o amenazados por fuerzas militares hostiles son ellos y, si no, contemplad mejor el mapa justo abajo.
Llevar la guerra tan lejos de sus fronteras no tiene ningún sentido práctico para Rusia, sería como meterse en un catastrófico atolladero de difícil salida. El Kremlin puede enviar sus fuerzas a Siria, el Cáucaso, Asia Central o incluso Ucrania y el Báltico; todos territorios que entran dentro de su lógico radio de acción. Pero ir más allá sin una razón que resulte esencial para su integridad o supervivencia parece excesivamente arriesgado. Vladimir Putin podrá ser muchas cosas, entre ellas un gobernante de claras tendencias autoritarias. Pero una cosa ha demostrado durante todos estos años en el poder. Sabe calcular muy bien sus jugadas estratégicas, con toda probabilidad conoce a la perfección sus límites y desde luego no actúa de forma irreflexiva, lanzándose a realizar campañas con escasas posibilidades de éxito y sin una motivación de gran peso para los intereses rusos. Cometerá errores como todo el mundo, pero en los últimos años ha demostrado su habilidad para volver a hacer de Rusia un actor internacional de primer orden sin necesidad de actuar todo el rato como un matón global (ese papel está reservado casi en exclusiva a Estados Unidos, sus aliados europeos o Israel). Para alguien como él y su equipo de gobierno concluir un proyecto como el gasoducto Nord Stream 2, que suministrará más gas natural a Alemania, es mil veces más valioso que realizar jugadas desestabilizadoras tan descaradas y absurdas como una intervención militar en Cataluña. Adaptando a estas circunstancias el conocido principio de la Navaja de Ockham, que nos dice que, en igualdad de condiciones, la explicación más sencilla suele ser la más probable ¿Qué sería lo más lógico? ¿Que en 2017 Rusia hubiera tenido intenciones reales de agredir militarmente a España enviando tropas a Cataluña? ¿O que todo este asunto se deba más bien a las exageraciones, o incluso invenciones, de un exaltado independentista, luego convenientemente manipuladas por un teniente coronel de la benemérita de inclinaciones ultraderechistas, un juez y unos medios de comunicación demasiado dados a demonizar todo lo que tenga que ver con el procés? En mi modesta opinión la respuesta cae por su propio peso.
Hace unos días, hablando de todo esto, un amigo me decía que para él resultaba verosímil que Rusia estuviera dispuesta a intervenir en Cataluña “porque buscaba desestabilizar a la UE, pues le tenía muchas ganas desde lo de Ucrania en 2014”. También argumentaba “que la OTAN no era una alianza tan sólida como hace 30 años”, por lo que podría abandonar a uno de sus miembros para evitar un mal mayor. Yo por su parte le respondía irónicamente que no era necesario que Rusia desestabilizase España, porque “España ya se desestabiliza ella sola”. Bromas aparte hagamos un breve repaso a algunas de las cosas sucedidas en este país desde 2017 ¿Buscas desestabilizarlo? Envía a un montón de antidisturbios y guardias civiles a Cataluña a repartir palos sin ton ni son, para así tratar de evitar un referéndum puramente simbólico y carente de reconocimiento legal o internacional alguno. Luego dedícate a perseguir con saña a los responsables de la charada independentista, encarcélalos y, por el camino, alimenta de manera irresponsable la crispación y la fractura social en Cataluña y el resto de España ¿Quieres seguir desestabilizando el país? Crea una organización criminal en las cloacas del Estado, sírvete de paso de un personaje tan oscuro y reprobable como el ex comisario Villarejo, y usa todo eso para difamar y tratar de destruir la imagen pública de organizaciones y personajes políticos que no son de tu agrado por sus ideas ¿No tenemos suficiente desestabilización? Da alas a la extrema derecha, encarnada en este caso por Vox, permitiendo que entre en las instituciones y realizando pactos de gobernabilidad con ella, al tiempo que se blanquea su discurso de odio y excluyente en contra de millones de ciudadanos (nacionalistas – catalanes, vascos o gallegos -, feministas, colectivo LGTBI, inmigrantes y, en general, cualquier persona de ideas progresistas) ¿Queremos más? Blinda los privilegios de una Corona por completo desprestigiada y asediada por escándalos de corrupción (el último episodio el asunto de las tarjetas opacas), permitiendo la vergonzosa huida del emérito a un exilio dorado en el Golfo Pérsico ¿Desestabilizamos más todavía? Bloquea durante años la renovación del poder judicial, saltándote a la torera un mandato constitucional, y utiliza la institución como ariete con el que atacar a tus adversarios. Y no debemos olvidar que todos estos acontecimientos tienen lugar en un escenario de crisis institucional, incertidumbre económica y desigualdad social creciente.
Y por si España no estuviera ya lo suficientemente desestabilizada ahí viene la pandemia de COVID-19, que se originó en China y no en Rusia, aunque para el caso muy poco importa su procedencia ¿Quién ha utilizado la mayor tragedia sufrida por el país en décadas para tratar de derribar a toda costa al recién elegido gobierno de coalición, empleando como siempre los cadáveres como armas arrojadizas? ¿Quién ha difundido todo tipo de tóxicas mentiras buscando ese fin? Desde culpar a las manifestaciones del 8 de marzo del estallido de la pandemia en España, pasando por acusar al Gobierno de la carnicería en las residencias de ancianos de determinadas comunidades autónomas (cuando los responsables eran los propios gobiernos autonómicos), hasta decir que estábamos en esta situación casi en exclusiva porque el aeropuerto de Barajas (bajo competencia del ejecutivo) era “un coladero para el virus” ¿Quién se ha dedicado a marear la perdiz, negándose a tomar medidas firmes y rápidas en su ámbito de actuación para tratar de frenar la escalada de contagios, cuando ya se veía que la segunda ola estaba llegando? Y ya por último, ¿quién ha estado detrás de los altercados, por fortuna minoritarios, que el pasado fin de semana tuvieron lugar en varias ciudades en el marco de protestas contra el nuevo Estado de Alarma y los toques de queda nocturnos? Sólo en este último caso vemos una posible conexión rusa. Según comenta el activista contra la desinformación Julián Macías en este artículo, los disturbios del pasado fin de semana fueron promovidos mayoritariamente por la extrema derecha y grupos afines a teorías de la conspiración (ya se sabe, del tipo “Nuevo Orden Mundial” y todo eso). Sus convocatorias “a manifestarse” eran públicas y se pudieron seguir fácilmente en la red social Telegram, una aplicación diseñada en 2013 por desarrolladores rusos (los hermanos Dúrov). Esta red, que en 2020 alcanzó los 400 millones de usuarios activos mensuales, es controvertida por ser la plataforma preferida de difusión de todo tipo de organizaciones extremistas, a derecha o izquierda, así como también es empleada incluso por grupos yihadistas. Por supuesto la gran mayoría de sus usuarios no son peligrosos radicales, pero que éstos usen Telegram tal vez se deba a que otras redes sociales, como Facebook o Twitter, han empezado a cerrar sus canales a dichos grupos, censurando sus mensajes, para que no usen estas plataformas para incitar a la violencia o difundir mensajes de odio.
¿Es Telegram parte de la correa de transmisión de la propaganda y la intoxicación procedentes del Kremlin, como también parecen serlo los canales Russia Today o Sputnik? De ser así actuaría deliberadamente como soporte a esta plataforma refugio de todo tipo de extremismos y, por ello, la usaría como herramienta desestabilizadora. Esta última posibilidad sí que es mucho más factible, ya que la propaganda y la intoxicación informativa son armas mucho más sutiles y, por ello, se pueden emplear con una enorme libertad. Sin embargo hay que tener en cuenta que la actual sede de Telegram está en Dubái, porque sus desarrolladores se exiliaron por conflictos políticos nada más crear la plataforma y, de hecho, en 2018 Rusia trató infructuosamente de bloquearla (ya que dos años más tarde la resolución judicial fue revocada) ¿Nos libra eso de la injerencia rusa a través de otros canales? Por supuesto que no, ya que este juego sucio es algo habitual tras las bambalinas de las relaciones internacionales y Occidente no anda ni mucho menos a la zaga en estas malas artes. Pensar que Rusia alimenta de diversas maneras los discursos de la extrema derecha nacional populista por toda Europa no es nada descabellado y, de hecho, el tema ya se trató hace un tiempo en este mismo blog (ver Eurasianismo, la Cuarta Teoría Política y la “Nueva Derecha” europea). Pero, a pesar de todo, eso queda a años luz de agredir abiertamente a un país de la OTAN. Sin embargo y volviendo sobre la ironía, viendo los acontecimientos de los últimos años en España, pienso que Putin no necesita mover un solo dedo para desestabilizarla. Únicamente le bastaría con sentarse de brazos cruzados y disfrutar del espectáculo.
Artículo escrito por: El Segador